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lunes, 16 de marzo de 2015

Teresa Belton y su análisis sobre la simplicidad voluntaria (Parte III)

Es evidente que alguien vive sin acceso a una residencia habitual, sanidad, alimentación adecuada, agua, calor en invierno, ropa y transporte es una personas que vive en la miseria debido a su incapacidad para participar junto a los demás en el desarrollo de su sociedad. Esto no significa que el ser rico te haga feliz. Lo vemos a menudo en el comportamiento autodestructivo de grandes celebridades multimillonarias, e incluso alguna vez hemos presenciado cómo alguien decía expresiones del tipo “pobre niña rica”. Es perfectamente posible ser convencionalmente rico pero emocionalmente pobre, y a la inversa; tener necesidades económicas pero ser espiritualmente pobre.

En septiembre de 2009, el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, presentó un informe en el que habían participado economistas Premio Nobel como Joseph Stieglitz o Amartya Sen. Uno de los mensajes clave del informe era la necesidad de “cambiar el énfasis de la medición de producción económica al bienestar de las personas”. Además, se destacaba la necesidad de implantar “medidas de bienestar en un contexto de sostenibilidad”.

Los psicólogos positivistas, una corriente nueva surgida en torno a Martin Seligman en Estados Unidos, han tratado de definir cómo se puede medir la felicidad en las personas. Según ellos hay determinadas cosas que favorecen el bienestar:

  • Sabiduría y conocimiento: La creatividad, curiosidad, el pensamiento crítico, la perspectiva, etc.
  • Valor: Tener capacidad de defender qué consideramos es correcto, asumir la responsabilidad de las acciones, etc.
  • Amor: Intercambiar emociones, tener empatía con los demás, disfrutar de relaciones afectivas, etc.
  • Justicia: Quienes cometen actos delitictivos deben pagar por ello, ejercer los derechos de ciudadanía, etc.
  • Templanza: Ser una persona modesta, prudente, tener autocrontrol. 
  • Trascendencia: Sentir aprecio, gratitud, alegría, etc.

Otra corriente para comprender los fundamentos del bienestar ha sido analizar la satisfacción de ciertas necesidades psicológicas, además de las necesidades básicas de supervivencia.

Esta teoría, desarrollada por Edward Deci y Richard Ryan en la Universidad de Rochester, Nueva York, propone un conjunto de tres necesidades humanas a cubrir:

  • Competencia: A través de la confianza y las interacciones con el entorno social.
  • Afinidad: Sentir conexión con los demás, pertenecer a un colectivo, cuidar y ser cuidado por los demás.
  • Autonomía: Actuar según la propia voluntad, en lugar de ser impulsado por la expectativa de cualquier persona o grupo o para recibir alguna recompensa como beneficios económicos o admiración. 

Otra corriente ha sido desarrollada en el Reino Unido por Joe Griffin e Ivan Tyrrell en base a una psicoterapia alternativa. También abarca el supuesto potencial humano innato para poder satisfacer las necesidades básicas. A esta se la ha denominado “Human Givens”:

  • Atención: Dar y recibir. 
  • Sentido de autonomía y control.
  • Conexión emocional con los demás.
  • Ser parte de una comunidad más amplia.
  • Amistad e intimidad.
  • Sentirse integrado en grupos sociales.
  • Sentido de la competencia y logros.
  • Significado y propósitos.

Un enfoque algo diferente es la idea de que la actividad deliberada es clave para el bienestar. La New Economics Foundation ha publicado algunos consejos animando a la gente a participar diariamente en los siguientes tipos de actividad:

  • Conectar con los demás, dedicar tiempo a las relaciones sociales.
  • Ser activo, practicando ejercicio físico. 
  • Prestar atención, dejarse conmover por cosas de alrededor, observar, tener percepción del entorno; al cambio de estaciones, a la belleza. Prestar también atención a las dudas o alegrías reprimidas y tomar decisiones a partir de ello.
  • Formación permanente. No necesariamente en el ámbito académico formal; aprender cosas de nuestra relación con el mundo y cosas prácticas. 
  • Solidaridad
Si nos paramos a pensar sobre todas estas exhortaciones, comprobaremos que están muy centradas en el individuo y arraigadas en la cultura occidental.

Hay economistas como Amartya Sen que han analizado otro tipo de percepciones no occidentales, como muestra en su libro “Desarrollo y libertad”. En él Sen habla sobre “las capacidades de las personas para llevar el tipo de vida que valoran”. Por ejemplo una familia o individuo que es incapaz de percibir el ingreso medio para adquirir el tipo de bienes y posibilidades normales en la sociedad donde vive queda excluida de la misma. Es por ello que en la sociedad occidental actual habría que incluir cosas como el acceso a Internet, la posibilidad de viajar a reuniones de la sociedad civil o entrevistas de trabajo, la posibilidad de pagar una suscripción a un club o asociación, comprar entradas para un evento cultural extraordinario… Por ello para él es importante la mejora de capacidad de las personas en ayudarse a sí mismos e influir en el mundo.

Hay occidentales como Matthieu Ricard, un científico francés que entró hace más de cuarenta años en contacto con los budistas orientales y quedó fascinado por su modo de vida. En su libro “En defensa de la felicidad” señala que “la felicidad es un estado de plenitud interior, no la satisfacción de los deseos inagotables de cosas externas”. Según Ricard, las cosas exteriores no son sólo el dinero o la reputación sino incluso la salud, la familia, los amigos, la paz y la justicia. Puede que sean expectativas legítimas pero podemos tener todo lo que necesitamos y seguir siendo infelices, y en cualquier caso, dichos activos pueden desaparecer en cualquier momento. Por ello la satisfacción en la vida es independiente de las circunstancias externas. El logro del bienestar y la estabilidad depende, según la perspectiva budista, del desarrollo del potencial presente en cada individuo; de la bondad, compasión y paz interior. “liberándonos de todas las inseguridades y miedos internos que a menudo están conectados con el egocentrismo, estaremos más abiertos a los demás y mejor armados para enfrentarnos a los caprichos de la vida” concluye Matthieu Ricard.

¿Cómo midió Belton la felicidad de los consumidores modestos?


Tradicionalmente se hace una encuesta desde la década de 1950 donde los investigadores realizan una pregunta estándar: En una escuela del 1(bajo) al 10 (alto), ¿cómo calificaría su nivel de satisfacción en la vida? De entre los 94 encuestados en la primera etapa del experimento de Belton, la media de calificación general fue de 8,3 sobre 10. En la encuesta tradicional la media suele ser de 7,38, si bien ella no hizo un análisis estadístico comparable al haber preguntado a muchas menos personas que los investigadores tradicionales. Sin embargo queda patente que la relativa modestia material no resta el nivel de satisfacción vital que estas personas experimentan. De hecho Belton señala que la mayoría de puntuaciones bajas fueron de personas que no estaban satisfechas con su calidad de vida debido a circunstancias externas al consumo, como padecer una enfermedad terminal o dolores físicos. Dos de los consultados admitieron no verle sentido a su propia vida en estos momentos, algo que la autora atribuye a la falta de motivación laboral que es un ingrediente crucial en la percepción de felicidad. Una tercera parte de los participantes dieron una puntuación de 8 y 9 mientras que 5 calificaron su satisfacción con la vida en 10.

Pocos tenían el deseo de mayor seguridad financiera; atribuían un cambio de actitud en sí mismos como el factor clave para ser más felices, o incluso un cambio de actitud en los demás. Algunas reflexiones sobre cómo mejorar el bienestar giraron en torno a mayor igualdad, tener hijos o pareja, vecinos más agradables, un entorno más saludable o menos estrés en el trabajo.

¿Qué les hace felices a los consumidores modestos?


Lo más importante en la vida para todos los participantes son las relaciones con familiares y amigos. Insistieron en tener un número suficiente de amigos con los que discutir las cosas más importantes, también eran más felices los que tenían una familia que los apoyaba y animaba o mostraba interés sincero en sus objetivos vitales.

Pero además los consultados destacaban la necesidad de participar en interacciones sociales con personas más allá de su círculo cercano, ayudando a los demás, siendo útiles o contribuyendo con la sociedad. De hecho, lo segundo más importante para ellos era el trabajo voluntario y actividades solidarias. Muchos de ellos pertenecían a organizaciones sociales, iglesias o grupos de acción solidaria local. Se nombraron 29 organizaciones políticas o activistas - incluyendo las más famosas como Amnistía Internacional - además de 27 afiliaciones religiosas cristianas. También hubo muchos consultados que participan en organizaciones relacionadas con el medio ambiente o el cambio climático. De hecho Teresa Belton nombra como curiosidad que para ellos - a diferencia de lo que aparece en otras estadísticas - era más importante intentar “hacer el bien” que “hacer el bien” en sí mismo. Mientras que casi la mitad de los consultados participaba en actividades de voluntariado o lo consideraban uno de sus intereses o actividades habituales, casi un tercio de los británicos en la encuesta tradicional declara no tener tiempo para participar en ese tipo de eventos.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena José, me ha encantado mucho tu serie sobre el libro de Teresa Belton. Antes de ayer me puse otra vez en contacto con ella y le indiqué el enlace de tus artículos con el traductor. Se llevó una grata sorpresa. Espero que tus artículos muevan a alguna editorial a traducir su libro al castellano. Creo que este es un libro que merece tenerse en cualquier biblioteca personal.

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  2. Os dejo aquí el enlace a una reseña (en un minuto) que hice del libro de Teresa Belton para Transition Network. Había quedado con Rob Hopkins para escribirla en Navidad pero por temas particulares no la escribí hasta febrero y es ahora cuando la han publicado

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